abrazos, All you need is love, Amor, Magia

ESPERAR HASTA CREER

Me quedé mirándolo mientras dormía, apacible, tranquilo, con la respiración más relajante del mundo. Nunca antes había notado lo mucho que me gustaba su nariz y la verdad es que no tenía nada de especial, simplemente me parecía que iba con su cara.

Estábamos frente a frente. Me tomó de la mano y me dio el mejor beso de la noche antes de dormir. Me tenía por completo y aunque nunca se lo había dicho, yo sabía que él lo sabía, me había perdido en sus brazos hace mucho tiempo y no quería salir nunca de ahí.

“¿Por qué nunca haces preguntas?”, dijo, con los ojos cerrados. Yo me asusté, pensando que estaba dormido profundamente. No respondí, por un segundo, pensé que podía estar hablando entre sueños, pero abrió los ojos y me miró esperando por mi respuesta.

“¿Preguntas?” extraña primera frase para quien, se suponía, estaba desconectado de lo que pasaba en la conciencia.

“Lo que quieres preguntar. Sé que quieres preguntar, te mueres por hacerlo”.

A cada minuto me perdía más. Cómo responder ante una pregunta que no sabía muy bien a donde iba ni por qué se originaba.

“La respuesta es no”.

“¿De qué hablas?” dije, sin entender una sola palabra de todo lo que estaba pasando ahí. En el fondo de mi cabeza, parecía saber que era lo que me estaba respondiendo, pero al mismo tiempo me parecía la idiotez más grande del mundo. ¿Por qué habría de responderme algo así y sin siquiera preguntárselo?

Me acarició la cara con la misma mano con la que había sujetado la mía mientras dormía. Me tomó de la cintura y me acercó hacia él, puso su pierna sobre las mías e hizo que mi cabeza quedara en su cuello. Me abrazó fuerte. Pude sentir su olor, no su perfume. Él acariciaba mi cabeza, mi espalda y mi pelo. Amaba cuando hacía eso, me hacía sentir tan suya, nuestro propio lenguaje, nuestros códigos. Pasábamos mucho rato haciendo eso y nos encantaba. Era eso o acariciarle la espalda, nuestros dos juegos favoritos.

“Me gustas” dijo e inmediatamente detuve los cariños en la espalda. Aunque entendía lo que decía al mismo tiempo no lo comprendía. Por algún extraño motivo necesitaba un par de segundo extras para procesar toda esa información.

Instintivamente me alejé de él. Me puse de espalda con los ojos pegados en el techo. No sabía qué hacer ni que decir. Nunca en mi vida había sentido esa clase de nervios. ¿Me había dicho lo que yo escuché? Apreté las manos y traté que no se notara mi respiración agitada. Moría de nervios.

“¿Y no vas a decir nada? Esperaba una respuesta: Un ‘yo también’ habría sido una buena línea… mírame”. No podía. Es que… ¿cómo se supone que debería reaccionar? La realidad era que esa frase la escuché millones de veces en mi cabeza, pero nunca pensé que ocurría. Tenía miedo, no sabía qué creer. ¿Estaría jugando conmigo?

No lo miré, pero busqué su mano.

“¿Por qué me lo dices ahora? ¿Es que no encontraste un mejor momento?” Y cerré los ojos. ¿¡Por qué!? No podía llorar ahora! Cómo lo iba a arruinar así! Que me pasaba!? Le apreté con más fuerza la mano. Necesitaba con urgencia un abrazo. Él me entendió.

Se sentó en la cama y me levantó consigo. Me abrazó fuerte, mientras acariciaba mi pelo y me hablaba al oído.

“No sé bien qué decirte. Sólo sentí que este era el momento exacto para contestarte”. Me tomó la cabeza con ambas manos y continuó. “No quería incomodarte, ni mucho menos hacerte sentir extraña. Sólo pensé que querías saberlo… me gustas y lo descubrí hace poco. Creo que soy malo intentando guardar secretos y diciendo estas cosas, yo no soy así. Tú me conoces”.

“Siento que te conozco, pero ¿esto? Esto no eres tú. Esto… es hermoso, pero nada más alejado de lo que harías en una situación normal”. Acaricié su cara. Quería creerle pero me frenaba el miedo, una sensación paralizante que me impedía saltar y celebrar lo que había estado esperando por meses. Pero su actitud, no era él. ¿Por qué siempre debía autocomplicarme tanto la vida? “Tú sabes cuál es mi respuesta, no necesito decírtela, menos ahora que siento tanto miedo de todo. Lo único que puedo decirte es que no sé qué hacer. Me siento feliz pero asustada, al punto de no poder mirarte a los ojos porque sé que si lo hago me voy a poner a llorar en ese segundo.  ¿Podemos seguir como estamos pero avanzar?”

Sonrió y me besó dulcemente. Me acarició el pelo, puso mi cabeza en su hombro y estuvimos abrazados por largo rato. Yo me había enamorado perdidamente de él, sólo debía esperar hasta creer en que todo lo que decía era verdad.

Estándar