2009, abrazos, bruja, Ficción, Historias, I knew it, Incertidumbre, Infatuation, Las cosas no son como creemos, Magia, No Regrets, Obsequios, Perdición, Personal, rambling, Recordar

LO SUPE ANTES DE VIVIRLO…

Siento la infinita necesidad de estar a su lado pero sé que ninguno de los dos quiere más problemas. Suficiente hemos tenido con lidiar con el silencio y las miradas cómplices. Ahora estamos en medio de la pelea y del conflicto, porque no queremos estar separados ni juntos. Somos un par de adolescentes escondidos en cuerpos de adultos, nos aferramos a mentir a diario repitiendo que la razón por la que no estamos juntos son los otros pero la verdad es que tenemos tanto miedo a no ser capaces de vivir como deberíamos haber vivido desde el comienzo, que ahora simplemente culpamos a quien no tiene culpa. El tiempo.

Esa tarde, nos juntamos el grupo completo de amigos a preparar la cena de fin de año. Era muy poco el tiempo que teníamos para reunirnos, porque todos nos habíamos vuelto trabajólicos o víctimas de ellos, por ende, nuestro tiempo libre semanal comenzaba después de las 8 de la noche y muchas veces, estábamos muy cansados como para ir a celebrar un rato. Mal que mal, ya no teníamos 18 años.

Fue en una de esas celebraciones, en esos momentos en que nuestra mayor preocupación era la entrega del trabajo semestral, en la que comenzamos a hablar más de lo que acostumbrábamos. Siempre debí haber seguido sin tomar nada, porque sabía que el alcohol me iba a causar alguna clase de estragos. Lo hizo. Debo ser honesta y confesar que ya habían pasado meses desde la primera vez que lo miré diferente y más de alguna vez soñé con que algo ocurriera, claramente la fantasía se acababa rápidamente y volvía a la realidad cuando lo veía realizar su repertorio clásico, el coqueteo con todas las que revoloteaban a su alrededor.

“Te acompaño a tu casa” fue la primera frase después de casi confesarle que me gustaba y que en caso de que las cosas sucedieran, yo estaría interesada. Pude haber dicho no, si la fuerza de voluntad hubiese sido una de mis virtudes, pero fue ese día que descubrí que con él, yo perdía todas mis barreras, que mi corazón se aceleraba, que mis manos sudaban, mis piernas temblaban y que todas esas sensaciones cursis que se describen en las novelas románticas, a mí sólo me pasaban con él.


En su auto, afuera del departamento de mis papás, nos quedamos conversando por mucho rato, hasta que en un momento mi miró y me preguntó si de verdad estaría dispuesta a tener algo con él.


– ¿Algo? No quiero sonar cartucha, pero eso es como de amantes y no sé si esa sea mi onda.

– Yo sé que no, te conozco, no te pediría algo así nunca. No es mi estilo y sé que tampoco es el tuyo. Sólo intento que aclaremos las cosas, un poco, si es que se puede.

Intentamos arreglar el mundo y mientras yo hablaba me di cuenta que se acercaba. Cuando estábamos peligrosamente cerca, me quedé en silencio, no por no saber qué decir, sino porque se me había acabado el aire y me sentía dominada por un dolor extrañamente placentero. Los nervios eran la mejor adrenalina de todas y él era completamente adictivo para mí.

*Esto partió como ficción pero ahora es un relato de la vida real.

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