Historias

HOY ES UN DÍA FELIZ

Desperté a las seis de la mañana pero al abrir los ojos tus labios estaban en mi frente y tus manos acariciaban mi cara.

Cuando iba a la cocina por un vaso de café, tú venías con el desayuno en bandeja para que no me levantara de la cama.

Compartiste conmigo la última porción de tu cereal favorito y accediste a cambiar el yogurt por leche.

Mientras mirábamos televisión, me tapaste los pies para que no me resfriara y me acurrucaste en tus brazos para que pudiera dormir un poco más.

Al mediodía, cuando me alistaba para preparar el almuerzo, apareciste en la puerta de la cocina con una bolsa llena de comida preparada. Sólo querías que hoy no cocinara.

Lo mejor de esa comida fue el postre, es como si hubieras leído mi mente. Llevaba días queriendo comer frutillas.

Por la tarde, en la casa de tus padres, tomaste mi mano para liberarme del interrogatorio al que me sometía tu abuela, me besaste la mejilla y al oído me agradeciste el  estar ahí junto a ti.

Me defendiste de los perros de tu abuelo que me perseguían por la casa.

Fuiste el único que se rió con mi chiste de los mudos.

Nunca cuestionaste mis motivos para no tomar sol a ciertas horas o preferir la ciudad al campo.

En la noche, al acostarme, me preguntaste si estaba cómoda o necesitaba otra frazada.

Antes de dormir, tomaste mi mano y lo único que pude decir fue “te amo”.

No tengo más palabras, no puedo explicarlo de otra forma, sólo lo siento. Te amo porque me amas así, porque aunque a veces tenga malos días o no reaccione como debería, tú me entiendes y me das mi espacio, porque me comprendes como nadie y en lugar de enojarte cuando estoy de mal humor, me abrazas fuerte, me acaricias el pelo, diciéndome siempre que  todo va a ser mejor… pero es imposible, porque en este momento, todo es perfecto.

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